Gestación 1.1

Traducido por Hidet. Editado y corregido por master_x_2k

Breve nota del autor: Esta historia no está pensada para lectores jóvenes o sensibles.

La clase terminaba en cinco minutos y lo único que podía pensar era, una hora es demasiado tiempo para comer.

Desde el principio del semestre, había estado esperando con ganas a la parte de la clase del señor Gladly de Asuntos Globales en la que empezaríamos a hablar de capas. Ahora que al fin había llegado, no podía centrarme. Me estaba inquieta, mi bolígrafo moviéndose de mano a mano, golpeando la mesa o dibujando una figura en la esquina de la página donde se uniría a otros garabatos. Mis ojos estaban también inquietos, volando del reloj encima de la puerta al señor  Gladly y de vuelta al reloj. No estaba captando suficiente de su lección como para enterarme de nada. Doce menos veinte, cinco minutos hasta que terminase la clase.

Él estaba animado, claramente interesado en el tema del que estaba hablando, y por una vez, la clase estaba escuchando. Era el tipo de profesor que intenta ser amigo de sus alumnos, el tipo que se hace llamar “Señor G” en vez de señor Gladly. Le gustaba acabar la clase antes de lo habitual y hablar con los chicos populares, mandaba muchos trabajos en grupo para que otros pudieran estar con sus amigos en clase, y nos hacía hacer trabajos ‘divertidos’ como simulaciones de juicios.

Me daba la impresión de que era uno de los chicos ‘populares’ vuelto maestro. Probablemente pensaba que era el favorito de todos. Me preguntaba como reaccionaria si oyera mi opinión al respecto. ¿Rompería la imagen que tenia de si mismo o lo pasaría por alto como una anomalía de la chica melancólica que nunca hablaba en clase?

Eché un vistazo por encima de mi hombro. Madison Clements se sentaba dos filas a mi izquierda y dos asientos más atrás. Me vio mirando y sonrió, estrechando sus ojos, y baje la mirada al cuaderno. Intenté ignorar el feo y amargo sentimiento formándose en mi estómago. Miré al reloj. Once cuarenta y tres.

“Vamos a dejarlo aquí” dijo el señor Gladly. “Lo siento chicos, pero hay deberes para el fin de semana. Piensen en las capas y como han impactado el mundo a su alrededor. Hagan una lista si quieren, pero no es obligatorio. El lunes nos separaremos en grupos de cuatro y veremos qué grupo tiene la mejor lista. Le compraré al grupo ganador golosinas de la máquina expendedora.”

Hubo algunos aplausos, seguidos por la clase disolviéndose en un caos ruidoso. La sala estaba llena de sonidos de archivadores cerrándose, libros de texto y cuadernos siendo cerrados de golpe, sillas arañando baldosas baratas y el sordo rugido de conversación emergente. Un grupo de los miembros más sociales de la clase se reunieron alrededor del señor Gladly para hablar.

¿Yo? Yo solo guardé mis libros y me mantuve callada. No había escrito casi nada de apuntes. Había grupos de garabatos extendiéndose por la página y números en los márgenes donde había contado los minutos hasta la comida como si llevase la cuenta del temporizador de una bomba.

Madison
Madison

Madison estaba hablando con sus amigas. Era popular, pero no hermosa como las chicas populares estereotípicas de la televisión. En vez de eso ella era ‘adorable.’ Delicada. Exageraba esa imagen con extensiones azul cielo en su pelo marrón a la altura del hombro y una actitud tierna. Madison llevaba un top sin tirantes y una falda vaquera, lo que me parecía una absoluta estupidez dado que aún era lo bastante pronto en la primavera como para que pudiésemos ver nuestro aliento por las mañanas.

No estaba exactamente en una posición para criticarla. Les gustaba a los chicos y tenía amigos, mientras que lo mismo no se podía decir de mí. La única característica femenina que tenía a mi favor era mi pelo oscuro rizado, que me había dejado largo. La ropa que llevaba no enseñaba piel, y no me llenaba de colores brillantes como un pájaro presumiendo de su plumaje.

Ella les gustaba a los chicos, creo, porque era atractiva sin ser intimidante.

Si solo supieran.

La campana sonó con un cadencioso ding-dong, y fui la primera en salir. No corrí, pero me moví a un ritmo decente mientras me dirigía por las escaleras al tercer piso e iba al baño de chicas.

Había media docena de chicas ya allí, lo que significaba que tenía que esperar a que quedara libre un cubículo. Vigile nerviosa la puerta del baño, notando que mi corazón se encogía cada vez que alguien entraba.

Tan pronto como hubo un cubículo libre entré y eché el pestillo. Me apoyé contra el muro y exhalé lentamente. No era exactamente un suspiro de alivio. Alivio implica que te sientes mejor. No me sentiría mejor hasta que llegase a casa. No, solo me sentía menos inquieta.

Pasaron quizás cinco minutos hasta que paró el ruido de otras chicas en el baño. Un vistazo por debajo de los tabiques me demostró que no había nadie más en los otros cubículos. Me senté en la tapa del retrete y tomé mi bolsa de comida para empezar a comer.

Almorzar en el retrete ya era rutina. Cada día de escuela, terminaba mi bolsa de comida y después hacia tareas o leía un libro hasta que la hora de comer había terminado. El único libro en mi bolsa que aún no había leído se llamaba ‘Triunvirato’, una biografía de los tres miembros principales del Protectorado. Estaba pensando en dedicar tanto tiempo como pudiera en el trabajo del señor Gladly antes de leer, porque no me estaba gustando el libro. Las biografías no eran lo mío, y especialmente no eran lo míoz cuando sospechaba que era todo inventado.

Cual fuese mi plan, no tuve oportunidad de terminar mi sándwich estilo griego. La puerta del baño se abrió de golpe. Me quedé congelada. No quería mover la bolsa y darle una pista a nadie sobre qué estaba haciendo, así que me quedé quieta y escuché.

No podía distinguir las voces. El ruido de la conversación fue ahogado por risas y el sonido de agua de los grifos. Alguien llamó a la puerta, sobresaltándome. Lo ignoré, pero la persona al otro lado volvió a llamar.

“Ocupado”, dije vacilante

“Oh dios mio, ¡es Taylor!” exclamó una de las chicas de fuera con alegría, y después, respondiendo a algo que otra chica susurro, apenas la oí responder “¡Si, hazlo!”

Me levanté de un salto, dejando caer al suelo de baldosas la bolsa con el ultimo bocado de mi comida. Lanzándome hacía la puerta, quité el cerrojo y empujé. La puerta no se movió.

Hubo ruidos en los cubículos a ambos lados del mío, y luego un sonido encima de mí. Mire hacia arriba para ver que era, solo para ser rociada en la cara. Mis ojos empezaron a arder, y quede momentáneamente cegada por un fluido que enturbiaba mis gafas y hacía que me escocieran los ojos. Pude notar su sabor mientras caía en mi nariz y mi boca. Jugo de arándanos.

No pararon ahí. Conseguí quitarme las gafas justo a tiempo de ver a Madison y a Sophia inclinarse sobre la parte superior del cubículo, cada una con botellas de plástico en mano. Me agaché con las manos escudando mi cabeza justo antes de que vaciaran los contenidos sobre mí.

Corrió por detrás de mi cuello, empapó mi ropa y mi pelo. Empujé la puerta otra vez, pero la chica al otro lado estaba sujeta contra ella con su cuerpo.

Si las chicas derramando jugo y refresco encima de mi eran Madison y Sophia, eso significaba que la chica al otro lado de la puerta era Emma, líder del trío. Notando una explosión de ira al darme cuenta, cargué contra la puerta, todo el peso de mi cuerpo golpeándose contra ella. No sirvió para nada, y mis zapatos perdieron tracción en el suelo lleno de jugo. Caí de rodillas en el charco de jugo.

Botellas de plástico vacías con etiquetas de jugos de uvas y de arándanos cayeron al suelo a mi alrededor. Una botella de refresco de naranja rebotó en mi hombro para caer en el charco antes de rodar bajo el tabique. El olor de bebidas afrutadas y refrescos era enfermizamente dulce.

La puerta se abrió de golpe y lancé una mirada penetrante a las tres chicas. Madison, Sophia y Emma. Mientras que Madison era tierna, una flor tardía, Sophia y Emma eran el tipo de chicas que encajaban en la imagen de ‘reina del baile.’ Sophia tenía la piel oscura, con un cuerpo delgado y atlético que había desarrollado como corredora en el equipo del instituto. La pelirroja Emma, por otro lado, tenía todas las curvas que querían los chicos. Era lo bastante guapa como para conseguir trabajos ocasionales como modelo amateur para los catálogos que sacaban las tiendas y centros comerciales locales. Las tres estaban riéndose como si fuera la cosa más graciosa del mundo, pero los sonidos de su diversión apenas se registraron en mi cabeza. Mi atención estaba en el ligero rugido de la sangre bombeando en mis orejas y un urgente, amenazador ‘sonido’ que no se volvería menos ruidoso o menos persistente si me tapaba los oídos. Podía notar gotas corriendo por mis brazos y mi espalda, aun fríos de las máquinas expendedoras refrigeradas.

No confiaba en decir nada que no les diera más munición para meterse conmigo, así que me quede callada.

Cuidadosamente, me puse de pie y les di la espalda para tomar mi mochila de encima del retrete. Verla me hizo pararme. Había sido verde caqui, antes, pero ahora manchas morado oscuro la cubrían, la mayoría de los contenidos de una botella de jugo de uva. Echándomela sobre los hombros me di la vuelta. Las chicas ya no estaban allí. Oí la puerta del baño cerrarse de golpe, cortando los sonidos de su alegría, dejándome sola en el baño, empapada.

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Taylor

Me acerqué al lavabo y me miré en el arañado y sucio espejo que estaba anclado encima. Había heredado una boca amplia, expresiva y de labios finos de mi madre, pero mis ojos grandes y mi figura desgarbada hacían que me pareciera mucho más a mi padre. Mi oscuro pelo estaba lo bastante empapado como para pegarse a mi cabeza, cuello y hombros. Llevaba una sudadera marrón sobre mi camiseta verde, pero manchurrones marrones, rojos y naranjas recorrían ambas. Mis gafas estaban perladas con las gotas multicolor de jugo y refresco. Una gota corrió por mi nariz y cayó de la punta para aterrizar en el lavabo.

Usando un trozo de papel del dispensador, limpié mis gafas y me las puse otra vez. Las manchas que quedaron hicieron que ver fuera igual o más difícil que antes.

Respira hondo, Taylor, me dije a mi misma

Me quité las gafas para limpiarlas de nuevo con un papel mojado, y descubrí que las manchas seguían ahí.

Un inarticulado grito de furia y frustración escapó de mis labios, y le di una patada al cubo de plástico que había debajo del lavabo, lanzando el cepillo para retretes que había dentro volando contra la pared. Como eso no fue suficiente, me descolgué la mochila y usé las dos manos para lanzarla. Ya no usaba mi casillero: Ciertos individuos la habían vandalizado o abierto en cuatro ocasiones diferentes. Mi mochila pesaba, cargada con todo lo que había anticipado que necesitaría para las clases de hoy. Crujió audiblemente con el impacto.

“¡¿Qué carajo?!” Le grité a nadie en particular, mi voz haciendo eco en el baño. Había lágrimas en los bordes de mis ojos.

“¡¿Qué mierda se supone que tengo que hacer?!” Quería pegarle a algo, romper algo. Tomar represalias contra la injusticia del mundo. Casi golpeé el espejo, pero me contuve. Era algo tan pequeño que parecía que me haría sentir aún más insignificante en vez de desahogar mi frustración.

Llevaba soportando esto desde el primer día de secundaria, hace año y medio. El baño había sido lo más parecido que podía encontrar a un refugio. Había sido solitario e indigno, pero era un lugar al que podía huir, un lugar donde estaba fuera de su alcance. Ahora no tenía ni siquiera eso.

Ni siquiera sabía que se suponía que tenía que hacer para las clases de la tarde. Hoy había que entregar nuestro proyecto de arte, y no podía ir a clase así. Sophia estaría allí, y podía imaginar su presumida sonrisa de satisfacción cuando apareciera con pinta de haber intentado teñir toda mi ropa teniéndola puesta.

Además, acababa de lanzar mi mochila contra el muro y dudaba que mi proyecto aun estuviera entero.

El zumbido al borde de mi conciencia estaba poniéndose peor. Mis manos temblaron mientras me doblaba y agarraba al borde del lavabo, respiraba larga y profundamente y deje que mis defensas cayeran. Durante tres meses, me había contenido. ¿Ahora mismo? Ya no me importaba.

Cerré los ojos y sentí como el zumbido se cristalizaba en información concreta. Tan numerosos como las estrellas en el cielo nocturno, minúsculos nudos de intrincados datos llenaron el área a mi alrededor. Podía centrarme en cada uno por turnos, captar detalles. Los grupos de datos habían estado vagando hacia mí por reflejo desde que me salpicaron por primera vez en la cara. Respondieron a mis pensamientos subconscientes y emociones, un reflejo de mi frustración, mi ira, mi odio por esas tres chicas como lo eran mi corazón golpeando en mi pecho o mis manos temblando. Podía hacerles parar u ordenarles que se movieran casi sin pensar en ello, igual que podía levantar un brazo o mover un dedo.

Abrí los ojos. Podía notar la adrenalina vibrando por mi cuerpo, la sangre corriendo por mis venas. Tuve un escalofrío por las bebidas heladas que el trío había vaciado sobre mí, por anticipación y un con poco de miedo. En cada superficie del baño había bichos; Moscas, hormigas, arañas, ciempiés, milpiés, tijeretas, escarabajos, avispas y abejas. Cada segundo que pasaba más fluían al interior de la habitación a través de la ventana abierta y las varias entradas al baño, moviéndose con sorprendente velocidad. Algunos se arrastraron dentro a través de un hueco donde el desagüe del lavabo entraba al muro mientras que otros emergieron del agujero triangular del techo donde una sección de la espuma aislante se había roto, o de la ventana abierta con pintura desgastada y colillas de cigarrillos aplastadas entre clase y clase. Se reunieron a mi alrededor y se extendieron por cada superficie disponible; primitivos grupos de señales y respuestas, esperando a más órdenes.

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Mis sesiones de práctica, realizadas lejos de ojos curiosos, me habían dicho que podía indicar a un solo bicho que moviera una antena, u ordenar a la horda reunida que se moviera en formación. Con un pensamiento, podía separar un grupo particular, una madurez o una especie de este revoltijo y dirigirlos lo que quisiera. Un ejército de soldados bajo mi completo control.

Sería tan fácil, tan fácil, volverme como Carrie[1]. Darle al trío su justo merecido y hacerles arrepentirse de lo que me habían hecho pasar: los horribles e-mails, la basura que habían vaciado sobre mi escritorio, la flauta –la flauta de mi madre– que habían robado de mi taquilla. No solo eran ellas. Otras chicas y un puñado de chicos se habían unido, ‘accidentalmente’ salteándome cuando pasaban los ejercicios, añadiendo sus voces a los insultos y al torrente de horribles e-mails, para conseguir el favor y la atención de tres de las chicas más guapas y más populares de nuestro curso.

Era muy consciente de que me atraparían y me arrestarían si atacaba a mis compañeros. Había tres equipos de superhéroes y un numero de héroes independientes en la ciudad. No me importaba. ¿Imaginar a mi padre viendo el resultado en las noticias? ¿Su decepción conmigo? ¿Su vergüenza? Eso era más desalentador, pero aun así no compensaba la ira y la frustración.

Excepto que yo era mejor que eso.

Con un suspiro, envié una orden al enjambre reunido. Dispérsense. La palabra no era tan importante como la idea detrás de ella. Empezaron a salir de la habitación, desapareciendo en las grietas en las baldosas y a través de la ventana. Caminé hasta la puerta y me apoyé en ella con la espalda para que nadie pudiera tropezar con la escena antes de que todos los bichos se hubieran ido.

Por mucho que quisiera, no podía hacerlo. Aun temblando de humillación, conseguí convencerme de tomar mi mochila y dirigirme pasillo abajo. Salí de la escuela, ignorando las miradas fijas y las risitas de todos con los que me cruzaba, y tomé el primer autobús que se dirigía en la dirección general de mi casa. El frio de los comienzos de la primavera agravaba la molestia de mi pelo y ropas empapados, haciéndome temblar.

Iba a ser una superheroína. Ese era el objetivo que usaba para calmarme en momentos como este. Era lo que usaba para hacerme salir de la cama en días de escuela. Era un loco sueño que hacia las cosas tolerables. Era algo que desear, algo por lo que trabajar. Hacia posible no seguir obsesionándome con el hecho de que Emma Barnes, líder del trío, había sido una vez mi mejor amiga.

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Emma

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[1] Carrie es una película en donde la protagonista homónima es una chica abusada con poderes psíquicos que un día se quiebra por el bullying extremo y masacra a toda la escuela, su madre y parte del pueblo.

Gestación 1.2

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Mis pensamientos estabas centrados en Emma en el viaje en autobús a casa. Para un observador exterior, es fácil trivializar la importancia de un ‘mejor amigo’, pero cuando eres un niño, no hay nadie más importante. Emma había sido mi mejor amiga desde primero hasta el secundario. No era suficiente para nosotras pasar el tiempo juntas en el colegio, así que alternábamos pasar el fin de semana en casa de la otra cada semana. Recuerdo a mi madre decir que estábamos tan unidas que éramos prácticamente hermanas.

Una amistad tan profunda es intima. No en el sentido vulgar, si no en términos de ‘sin secretos’, compartiendo cada vulnerabilidad y debilidad.

Así que cuando volví de un campamento justo una semana antes de nuestro primer año en la secundaria, ¿para descubrir que no me hablaba? ¿Que llamaba a Sophia su mejor amiga? ¿Descubrir que ahora estaba usando cada uno de esos secretos y vulnerabilidades que había compartido con ella para herirme de las formas más crueles que podía pensar? Fue aplastante. No hay mejor forma de decirlo.

No queriendo pensar más en ello, centré mi atención en mi mochila, poniéndola en el asiento de al lado y repasando los contenidos. El jugo de uva la había manchado, y sospechaba que tendría que conseguir una nueva. La había comprado hace solo cuatro meses, después de que la anterior fuera robada de mi casillero, y solo habían sido doce dólares, así que no era un asunto importante. El hecho de que mis cuadernos, libros y las dos novelas que había echado en la mochila estuvieran mojados de jugo de uva era más preocupante. Sospeché que quien fuera la chica que había llevado el jugo de uva había apuntado a la parte abierta de mi mochila cuando lo derramaba. También observé la destrucción de mi proyecto de arte – la caja en la que lo había puesto se había aplastado por un lado. Esa parte era culpa mía.

Mi corazón se hundió cuando encontré el cuaderno con la tapa dura de puntos blancos y negros. La esquina del papel se había empapado, con un cuarto de cada página teñido de morado. La tinta se había diluido y las paginas ya se estaban poniendo onduladas.

Ese cuaderno era – había sido– mis notas y mi diario para mi carrera como heroína; Las prácticas y el entrenamiento que había hecho con mis poderes, páginas enteras de ideas para nombres tachadas, incluso las medidas que estaba usando para mi traje en progreso. Después de que Emma, Madison y Sophia hubieran robado mi última mochila y la hubieran metido en una papelera, me había dado cuenta de cuan peligroso era tener todo por escrito así. Lo había copiado todo en un nuevo cuaderno con un cifrado simple, y lo escribí de abajo a arriba. Ahora ese cuaderno estaba destrozado, e iba a tener que copiar unas doscientas páginas de escritura detallada en un nuevo cuaderno si quería preservar la información. Si es que podía recordar que es lo que había en todas las páginas arruinadas.

El autobús se paró a un bloque de mi casa, y me bajé intentando ignorar las miradas. Aun con los curiosos, el conocimiento de que mi cuaderno estaba arruinado y mis nervios por perderme las clases de la tarde sin permiso, me sentí mejor a medida que me acercaba a casa. Me sentía mucho mejor al saber que podía bajar la guardia, dejar de vigilar mi espalda y que podía tomarme un respiro de preguntarme cuando ocurriría el próximo incidente. Entré en mi casa y fui directa a la ducha, sin siquiera soltar la mochila o quitarme los zapatos hasta que estuve en el baño.

Me puse debajo de la corriente dejando la ropa en el suelo de la bañera, esperando que el agua ayudase a sacar lo peor del jugo. Medité. No sé quién lo dijo, pero en algún momento había oído esta idea de tomar algo negativo y volverlo algo positivo. Intenté tomar los eventos del día y darles la vuelta en mi cabeza, ver si podía encontrar un punto de vista más positivo.

Okey, lo primero que me vino a la cabeza fue “Otra razón más para matar al trío.” No era algo que pensase en serio– estaba enfadada, pero no era como si fuera a matarlas de verdad. De alguna forma, sospechaba que me haría daño a mí misma antes de hacerles daño a ellas. Estaba humillada, frustrada, enfadada y siempre tenía un arma disponible – mi poder. Era como tener una pistola cargada en tu mano en todo momento. Excepto que mi poder no era tan genial, así que quizás era más como tener un táser. Era difícil no pensar en usarlo cuando las cosas se ponían realmente mal. Aun así, no pensaba que tuviera ese instinto asesino.

No, me dije a mi misma, forzándome a volver al tema del pensamiento positivo. ¿Había algún lado bueno? Proyecto de arte roto, ropa probablemente irrecuperable, necesitar una nueva mochila… el cuaderno. Por alguna razón mi mente se quedó fija en esa última parte.

Apagué la ducha y me sequé con la toalla, pensando. Me envolví con la toalla en vez de ir a mi cuarto a vestirme. Metí la ropa mojada en el cesto de la ropa, tomé mi mochila y fui escaleras abajo, a través de la cocina y al sótano.

Mi casa es vieja, y el sótano nunca fue renovado. Los muros y el suelo son de cemento, y el techo eran tablas de madera y cables de corriente. La caldera solía ser de carbón, y aun había un hueco de medio metro cuadrado, donde los camiones de carbón solían venir a descargar las provisiones de carbón del invierno para calentar la casa. El hueco estaba sellado con tablones, pero cuando estaba copiando mi ‘cuaderno de superheroína’ con el cifrado, había decidido tener cuidado en todos los aspectos y ponerme creativa con mi privacidad. Ahí es cuando había empezado a usarlo.

Quité un tornillo y aparté el panel de madera cuadrado con pintura blanca cayéndose que cubría la parte baja del hueco para carbón. Tomé una bolsa de gimnasio de dentro y puse el panel de vuelta en su sitio sin volver a atornillarlo.

Vacié los contenidos de la bolsa de gimnasio en la mesa de trabajo en desuso que el propietario anterior de la casa había dejado en nuestro sótano, y abrí las ventanas que estaban al mismo nivel que la carretera y el jardín de delante. Cerré los ojos y estuve un minuto ejerciendo mi poder. Sin embargo, no estaba simplemente capturando cada cosa que se arrastraba en un radio de dos manzanas. Estaba siendo selectiva, y estaba reuniendo unos cuantos.

Llevaría tiempo que llegasen todos. Los bichos pueden moverse más rápido de lo que pensarías cuando se mueven con un propósito y en línea recta, pero aun así, dos cuadras era mucho espacio para algo tan pequeño. Me dediqué a abrir la bolsa y ordenar los contenidos. Mi traje.

Las primeras de las arañas empezaron a entrar a través de las ventanas abiertas y a congregarse en la mesa. Mi poder no me daba conocimiento de los nombres oficiales de los bichos con los que estaba trabajando, pero cualquiera podría reconocer las arañas que estaban entrando en la habitación. Eran viudas negras. Una de las arañas más peligrosas que puedes encontrar en los Estados Unidos. Su mordisco podía ser letal, aunque normalmente no lo era, y solían morder con poca provocación. Aun bajo mi total control, me daban mala espina. A mi orden, docenas y docenas de arañas se pusieron en su lugar en la mesa y empezaron a dibujar con su red, colocando los hilos uno a través del otro, e hilándolos todos en una sola obra.

Tres meses atrás, después de recuperarme de la manifestación de mis poderes, había empezado a prepararme para la meta que me había impuesto. Había implicado empezar una rutina de ejercicio, entrenar mi poder, investigar, y preparar mi traje. Los trajes eran más difíciles de lo que uno podría pensar. Aunque los miembros de los equipos oficiales seguramente tenían sitios donde conseguir esas cosas, el resto de nosotros teníamos que o bien comprar los trajes, o hacerlos con cosas que comprásemos de tiendas, o hacerlos de cero. Cada opción tenía sus problemas. Si lo comprabas online, corrías el riesgo de ser rastreado, lo que podía derrumbar tu identidad secreta incluso antes de que te pusieras el traje. Podías hacer el traje con cosas que encontrases en tiendas, pero muy poca gente podía hacer eso y que les quedara bien. La última opción, hacer el traje tú mismo, era un trabajo monumental y podías tener los problemas de las dos opciones anteriores – ser rastreado o acabar con un traje cutre – dependiendo de donde consiguieses los materiales y como lo hicieras.

En la segunda semana después de haber descubierto cómo funcionaban mis poderes, cuando aún no estaba del todo segura de qué estaba pasando, había encontrado por casualidad un programa en el Discovery Channel acerca de un traje que se había creado para resistir ataques de osos. Ese programa hablaba de como el traje esta hecho con tela de araña sintética, lo que había inspirado este proyecto en particular. ¿Por qué hacerlo sintético cuando puedes producirlo con tela real?

Okey, había sido más difícil que eso. No servía cualquier araña, y las Viudas Negras en si eran difíciles de encontrar. No solían encontrarse en los estados del noreste, donde generalmente hacia más frio, pero tenía la suerte de que el elemento clave que hacía Brockton Bay un destino turístico y un lugar de encuentro de Capas también hacía que fuera un lugar donde las arañas pudieran vivir, e incluso prosperar. Es una ciudad cálida. Gracias a la geografía circundante y al océano bordeándonos en el este, Brockton Bay tenía unos de los inviernos más templados que pudieras encontrar en los el noroeste de los Estados Unidos, y algunos de los veranos más confortablemente cálidos. Tanto las Viudas Negras como la gente corriendo por ahí con trajes ajustados lo agradecían.

Con mi poder, me había asegurado de que las arañas pudieran multiplicarse. Las había mantenido en lugares seguros, y las había engordado con presas que dirigí directas hacia ellas. Había encendido el interruptor mental que les decía que se reprodujeran y pusieran huevos como si fuera verano, alimentado más presas a los cientos de crías que habían resultado, y había conseguido incontables tejedoras de traje con mis esfuerzos. El mayor problema había sido que las Viudas Negras son territoriales, así que había tenido que separarlas para asegurarme de que no se mataban unas a otras cuando no estaba cerca para controlarlas. Una vez a la semana o así, durante mis carreras matutinas, rotaba la localización de las arañas locales para tener un suministro fresco, todas llenas con las proteínas necesarias para la producción de los materiales esenciales. Esto aseguraba que las arañas siempre estuvieran listas para trabajar en el traje por la tarde, después de la escuela.

Si, tenía que conseguirme una vida.

Pero tenía un traje fantástico.

No era un traje muy bonito, aún. La tela era de un amarillo grisáceo sucio. Las secciones acorazadas estaban hechas de caparazones y exoesqueletos cuidadosamente colocados y dispuestos en capas que había extraído de la población local de bichos y luego reforzado con seda de araña. Al final, las partes acorazadas habían terminado siendo un marrón grisáceo oscuro moteado. No me importaba eso. Cuando estuviera terminado del todo, tenía planeado teñir la tela y pintar la armadura.

La razón por la que estaba tan contenta con mi traje era el hecho de que fuera flexible, resistente e increíblemente ligero, considerando la cantidad de armadura que le había puesto. Una vez había metido la pata con las dimensiones de una de las piernas, y cuando intenté cortarla para empezar de nuevo y descubrí que no podía cortarla con un cúter. Tuve que usar unos alicates, y aun así había sido difícil. Según suponía, era todo lo que un superhéroe podía querer en un traje.

No estaba exactamente dispuesta a comprobarlo, pero albergaba esperanzas de que fuera a prueba de balas. O al menos, que las partes acorazadas encima de mis partes vitales lo fueran.

El plan era terminar mi traje a lo largo del mes, y luego según el año escolar terminara y empezara el verano, me lanzaría al mundo del superheroismo.

Pero el plan había cambiado. Me quité la toalla y la colgué de la esquina de la mesa, y empecé a ponerme el traje para comprobar que me quedara bien por centésima vez. Las arañas obedientemente se apartaron de mi camino mientras lo hacía.

Cuando había estado en la ducha, intentando encontrar los aspectos buenos de los problemas del día, mis pensamientos se habían centrado en el cuaderno. Me había dado cuenta de que estaba posponiendo, estaba constantemente planeando, preparando, considerando todas las posibilidades. Siempre habría más preparaciones, más cosas que estudiar o probar. La destrucción de mi cuaderno había sido quemar un puente. No podía volver atrás y copiarlo en un cuaderno nuevo o empezar uno nuevo sin retrasar mi plan por lo menos una semana. Tenía que avanzar. Era el momento de hacerlo. Flexioné la mano dentro del guante. Saldría la próxima semana –no. No más retrasos. Este fin de semana, estaría lista.

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Gestación 1.3

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Mi rutina de entrenamiento consistía en correr cada mañana y cada dos tardes. En el proceso, había adquirido un conocimiento bastante bueno de la parte este de la ciudad. Creciendo en Brockton Bay, mis padres me habían dicho cosas como “quédate en el Paseo Marítimo.” Incluso cuando salía a correr, me había mantenido escrupulosamente en el Paseo y había evitado la parte mala de la ciudad. Ahora era una noche de domingo e iba con traje y rompiendo las reglas.

Había teñido y pintado el traje el viernes, comprado partes temporales para el traje (cinturón, las correas de la máscara y las lentes) el sábado, y había terminado los detalles más necesarios del traje a lo largo de la tarde del domingo antes de salir por la noche. El traje aún no estaba completo, le faltaban paneles de armadura que tenía planeados, pero la armadura cubría las áreas más esenciales –mi cara, pecho, columna y las articulaciones principales. El diseño de la máscara exhibía unas lentes amarillo mate, el único color en el disfraz negro y gris, además de secciones de armadura diseñadas para imitar las mandíbulas de un bicho mientras simultáneamente protegían mi mandíbula. La máscara dejaba suelto mi pelo, lo que hacia la parte trasera de mi cabeza más vulnerable, pero eso era solo uno de los sacrificios que había tenido que hacer por salir en un traje incompleto.

Era justo después del anochecer, y estaba cruzando la línea entre una de las mejores partes de la ciudad y la parte de la ciudad donde las putas de crack y los gangsters vivían. La distancia entre las dos era más corta de lo que uno podría pensar.

El Paseo Marítimo era a donde venían los turistas. Yendo de norte a sur a lo largo de la playa, había tiendas que vendían vestidos por más de mil dólares, cafeterías con cafés ridículamente caros y extensiones de pasarelas de madera y playas donde los turistas podían encontrar una gran vista del océano. Desde prácticamente cualquier punto del Paseo podías ver uno de los puntos prominentes de Brockton Bay, el Cuartel General del Protectorado. Aparte de ser una maravilla de diseño arquitectónico con sus arcos y sus torres, el CGP era una base de operaciones flotante que un escuadrón local de superhéroes llamaba su hogar, equipado con un campo de fuerza esférico y un sistema de defensa de misiles. Nunca había habido ocasión de usar ninguno de los dos, pero tenía que admitir que te hacía sentir más seguro.

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Si te dirigías al este desde el Paseo Marítimo, alejándote del agua, te encontrarías en la zona que los locales simplemente llamaban los ‘Muelles’. Cuando el negocio de importación/exportación de Brockton se había extinguido, había habido un montón de gente que de repente estaban sin trabajo. Los más ricos y la gente con más recursos de la ciudad habían conseguido ganar aún más dinero, dirigiendo los recursos de la ciudad hacia la tecnología y la banca, pero toda la gente que había estado empleada en los barcos y en los almacenes tenían pocas opciones donde elegir. Se enfrentaron a la posibilidad de abandonar Brockton Bay, quedarse peleando por el poco trabajo que encontraran, o dedicarse a actividades más ilícitas.

Todo esto contribuyó al boom en la población local de supervillanos. El potencial de mucho dinero emparejado a la cantidad de esbirros y secuaces dispuestos a complacerles la volvieron la ciudad favorita de los villanos a finales de los 90. Llevó unos años hasta que los héroes locales se estabilizaran y se organizaran, pero lo hicieron, y ahora había algo de equilibrio. En cuanto a población de Capas, Brockton Bay no estaba en el Top 5 de ciudades de los E.E.U.U., pero probablemente estaba en el Top 10.

Simplemente yendo de una calle a la siguiente, podías ver el cambio en esta área. Según me adentré en los Muelles, pude ver la calidad de mi entorno declinar rápidamente. Había suficientes depósitos aduaneros y apartamentos en el área como para que hasta los más desprovistos encontraran refugio, así que la única gente en la calle eran borrachos inconscientes, putas y miembros de bandas. Rodeé ampliamente a toda la gente que vi y me aventuré más profundamente en la zona.

Según andaba, estaba usando mis poderes para reunir un enjambre, pero los mantuve alejados de la vista, moviéndose por los tejados cercanos y por el interior de los edificios. Cualquiera prestando atención a la población local de cucarachas podría pensar que estaba pasando algo, pero había pocas luces encendidas. Dudaba que la mayoría de los edificios aquí tuvieran corriente.

La falta de luces en el área fue lo que me hizo parar y pegarme al lateral de un edifico cuando vi un punto naranja en la oscura calle delante de mí. El naranja era la llama de un mechero, y pude distinguir varias caras a su alrededor. Eran asiáticos, algunos llevaban sudaderas, otros llevando bandanas o camisas de mangas largas, pero todos iban del mismo color. Rojo y verde.

Sabía quiénes eran estos tipos. Eran miembros de una banda local que dejaban las pintadas de ‘Azn Bad Boys’[1], ABB abreviado, por todo el Este de la ciudad. Más de uno iba a mi instituto. Dentro de los elementos criminales de Brockton Bay, no eran de poca monta. Aunque los miembros típicos de la banda eran Coreanos, Japoneses, Vietnamitas y Chinos reclutados a la fuerza de las secundarias y barrios de clase baja de Brockton Bay, la banda estaba dirigida por un par de personas con poderes. Las bandas no solían ser tan racialmente abiertas en cuanto a quién se unía, lo que decía algo de la habilidad de su líder de atraer gente de tantas nacionalidades diferentes y mantenerlos a raya.

La calle estaba a oscuras, así que mi capacidad de ver dependía de la luna y de las pocas luces de interior que aun estabas encendidas y alumbrando las aceras. Empecé a buscar a su jefe de forma activa. Había más miembros de la banda saliendo de un edificio de dos plantas, y se estaban reuniendo en la calle. No tenían la pinta de ser gente que simplemente está pasando el rato en la calle. O bien mantenían la expresión en blanco o tenían el ceño fruncido, y no estaban hablando.

Vi a su jefe cuando la banda se alejó de la puerta del edificio para dejarle paso. Sólo sabía de este tipo lo que había oído en las noticias y leído online, pero le reconocí inmediatamente. Era un tipo grande, no tan grande como para hacer que la gente saliera corriendo al andar por la calle, como eran algunos con poderes. Media algo más de metro ochenta, lo que le ponía una cabeza por encima de la mayoría de los miembros de la banda. Tenía una adornada mascara de metal sobre la cara y no llevaba camiseta, a pesar del frio. Tenía tatuajes que le cubrían el cuerpo de cuello para abajo, todos ellos representando dragones de la mitología asiática.

Se hacía llamar ‘Lung’[2], había peleado con éxito con equipos enteros de héroes y había conseguido mantenerse fuera de la cárcel, evidenciado por su presencia aquí. En cuanto a sus poderes, sólo sabía lo que podía descubrir online, y no había garantías. Quiero decir, podía haber engañado a la gente sobre qué hacían sus poderes, podía tener un poder guardado bajo la manga en caso de emergencia, o incluso podía tener un poder muy sutil que la gente no podía ver en acción.

Lo que había descubierto online y en los periódicos era esto: Lung podía transformarse gradualmente. Quizás fuera por la adrenalina, su estado emocional o algo, pero fuera lo que fuera, hacía sus poderes más potentes cuanto más tiempo estuviera peleando. Se curaba a un ritmo sobrehumano, se volvía más fuerte, más duro, más grande, y le crecían placas de armadura, completas con cuchillas en cada dedo. Se rumoreaba que incluso le crecían alas si luchaba el tiempo suficiente. Por si eso no fuera suficiente, también era pirokinético, lo que significaba que podía crear llamas de la nada, darles forma, intensificarlas, y todo lo demás. Ese poder aparentemente también se volvía más fuerte según se transformaba. Tenía entendido que no había un límite superior de cuan fuerte podía volverse. Sólo empezaba a volver a la normalidad cuando no quedaba nadie con quien pelear.

Lung no era el único con poderes en los ABB. Tenía un lacayo, un sociópata terrorífico llamado Oni Lee[3], que podía teletransportarse o crear dobles de sí mismo –no estaba cien por cien segura de los detalles– pero Oni Lee tenía un aspecto distintivo, y no le veía en la multitud. Si había alguien más con poderes de quien tuviera que estar atenta, no había visto u oído nada acerca de ellos en mi investigación.

Lung empezó a hablar con una profunda voz autoritaria. No podía entender las palabras, pero sonaba como si estuviera dando instrucciones. Mientras observaba, uno de los miembros de la banda saco una navaja mariposa de su bolsillo, y otro se llevó la mano a la cintura. Entre la oscuridad y el hecho de que estuviera media calle abajo, no podía ver bien, pero una forma negra resaltaba contra su camiseta verde. Probablemente fuera el mango de una pistola. Mi pulso se aceleró un poco cuando vi el arma, lo que era una tontería. Lung era más peligroso que cincuenta personas armadas.

Decidí alejarme de donde estaba y encontrar un lugar mejor desde donde escuchar su conversación, lo que parecía un buen compromiso entre mi curiosidad y mi instinto de supervivencia. Me alejé lentamente de donde estaba, echando un vistazo por encima del hombro para asegurarme de que nadie estaba mirando, y luego fui a la parte trasera del edificio detrás del que me estaba escondiendo.

Mi investigación dio sus frutos. A mitad del callejón, vi una escalera de incendios que subía por la parte trasera del edificio delante del que estaban Lung y su pandilla. Los zapatos de mi traje tenían suelas blandas, así que fui casi totalmente silenciosa subiendo.

El tejado estaba cubierto de grava y colillas de cigarros, lo que me hizo pensar que no sería tan silenciosa andando por él. En vez de eso, anduve por el borde elevado del tejado. Según me acercaba a la parte del tejado directamente encima de Lung y su banda de ‘Azn Bad Boys’, me agaché y me arrastré hacia adelante. Estaba lo bastante oscuro que dudaba de que pudieran verme si saltaba y saludaba, pero no había ninguna razón para ser estúpida.

Estar encima de un edificio de dos plantas cuando ellos estaban al nivel del suelo hacía que fuera difícil oírles. Lung además tenía un acento fuerte, así que tuve que esperar a que hubiera dicho un par de frases antes de poder entender qué estaba diciendo. Ayudó que sus sicarios estuvieran total y respetuosamente callados mientras hablaba.

Lung estaba gruñendo “…los niños, solo disparen. No importa su puntería, solo disparen. ¿Ven uno tirado en el suelo? Dispárenle al pequeño hijo de puta dos veces más para asegurarse. No les vamos a dar ninguna oportunidad de hacerse los listos o de tener suerte, ¿entendido?”

Hubo un murmullo de asentimiento.

Alguien más encendió un cigarrillo, y luego se inclinó para encender el cigarrillo del tipo a su lado. En esos momentos en que su mano no estaba tapando la llama, pude ver las caras reunidas de una docena o así de gangsters reunidos alrededor de Lung. En sus manos, cinturas y fundas, podía ver el oscuro metal de pistolas reflejando la llama naranja. Si tenía que adivinar, diría que todos llevaban armas.

¿Iban a matar a niños?

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[1] Azn Bad Boys: lit. Chicos Malos Aziatics (Asiáticos) abreviado como los ABB casi siempre.

[2] Lung: Como los tatuajes indican ‘sutilmente’, significa dragón en chino. También se puede escribir Long.

[3] Un Oni es un tipo de demonio/ogro de la mitología japonesa. Representados comúnmente con cuernos, una enorme boca retorcida abierta, cargando un garrote de metal y vistiendo pieles de tigre. Lee es un apellido chino muy común.

Gestación 1.4

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Traducido por Hidet, corregido por master_x_2k

Sentí un escalofrío. Una parte de mi deseaba haber pensado en conseguir un teléfono móvil desechable. No tenía un cinturón para llevar cosas, pero la sección de armadura con forma de pala que colgaba sobre mi columna escondía un juego de jeringuillas con epinefrina, un bolígrafo y un bloc de notas, un spray de pimienta pensado para ser usado como llavero y una bolsa sellada con polvo de tiza. Podría haber metido un teléfono móvil ahí atrás. Con un teléfono, podría haber alertado a los héroes de verdad del hecho de que Lung pensaba ir con un grupo de sus sicarios a disparar a niños.

Al menos, eso es lo que había oído. No podía creerlo, y estuve dándole vueltas a las palabras en mi cabeza buscando un contexto diferente que le diera sentido. No era el hecho de que él fuera a hacerlo. Simplemente me costaba hacerme a la idea de que alguien hiciera algo así.

Lung respondió a una pregunta de uno de los miembros de su banda, cambiando brevemente a otro idioma. Agarró el brazo de uno de sus secuaces y lo retorció hasta un ángulo en el que podía ver el reloj del tipo, así que deduje que le importaba la sincronización o cuándo se pondrían en marcha. El pandillero al que Lung había retorcido el brazo hizo una mueca de dolor cuando le soltó, pero no se quejó.

¿Que se suponía que tenía que hacer? Dudaba que pudiera encontrar algún lugar en los Muelles donde fueran a dejarme entrar y usar el teléfono. Si iba al Paseo Marítimo, dudaba que fuera a encontrar algún lugar que siguiera abierto, y no tenía dinero suelto para usar una cabina. Eso había sido otro error que tendría que corregir la próxima vez que saliera. Teléfono móvil, dinero.

Un coche paró y tres hombres más vestidos con la ropa de la banda bajaron y se unieron a la multitud. Poco después, el grupo – veinte o veinticinco en total – empezó a andar hacia el norte, pasando por debajo de mí al caminar calle abajo.

Me había quedado sin tiempo para considerar mis opciones. Por mucho que me costase admitirlo, solo había una opción de la que no me arrepentiría. Cerré los ojos y me centré en cada bicho en el barrio, incluyendo el considerable enjambre que había reunido de camino a los Muelles. Tome el control de cada uno de ellos.

Ataquen.

Estaba lo bastante oscuro que sólo podía saber dónde estaba el enjambre con mi poder. Eso significaba que no podía ignorar al enjambre si quería tener alguna idea de qué estaba pasando. Mi cerebro se llenó de una cantidad horrible de información, mientras sentía cada mordisco, cada picadura. Según los miles de bichos y arácnidos pasaban por encima y alrededor del grupo, casi podía ver los perfiles de cada persona, solo sintiendo las formas de las superficies en las que los bichos se movían, o las zonas que las alimañas no ocupaban. Me centré en mantener a las especies más venenosas a raya por ahora. –No necesitaba a ningún matón alérgico entrando en shock anafiláctico por el picotazo de una abeja o sufriendo problemas graves por el mordisco de una araña reclusa marrón.

Sentí el fuego a través del enjambre antes de darme cuenta de qué estaba viendo con mis ojos. Mi poder me dijo que los bichos reconocían el calor, pero ni siquiera tuve tiempo de bloquear los instintos puestos en marcha por el fuego antes de que el daño estuviera hecho. Los primitivos procesos de pensamiento de mis bichos fueron reducidos a confusos impulsos que alternaban entre huir y perseguir la luz y calor que tan a menudo usaban para navegación. Muchos bichos murieron o quedaron lisiados por el calor. Desde mi posición elevada, pude ver a Lung arremetiendo con chorros de fuego desde sus manos, dirigiéndolos al cielo.

Lung

Suprimí una risa. ¿Eso era todo lo que podía hacer? Ordené al enjambre que se reuniera, para que aquellos que no estuvieran ya mordiendo y picando estuvieran en medio de la pandilla. Si quería dirigir sus llamas al enjambre, tendría que prender fuego a su propia gente.

El aire caliente y los olores me dieron información suficiente, a través de mis insectos, para saber dónde estaba Lung entre la multitud. Respiré hondo, y mandé a las reservas. Tomé una parte de las especies venenosas que había mantenido en espera y la dirigí a Lung. Un puñado de abejas, avispas, y unas cuantas de las arañas más venenosas, como viudas negras o reclusas marrones, y docenas de hormigas de fuego.

Se curaba rápido cuando su poder estaba en funcionamiento. Todo lo que había leído online decía que la gente con poderes curativos aguantaba sin problemas los efectos de los venenos y las drogas, así que sabía que tenía que llenarle con suficiente veneno como para sobrepasar ese aspecto de su poder. Además, era un tipo grande, juzgué que podría aguantarlo.

Por la información que podía sacar de mis bichos, Lung ya tenía quizás un cuarto de su cuerpo cubierto de armadura. Secciones triangulares de placas metálicas de armadura estaban atravesando su piel, donde continuaban creciendo y solapándose hasta que era casi impenetrable. Si no lo eran ya, sus dedos se volverían como hojas afiladas o garras de metal.

Sentí un placer sádico mientras organizaba el ataque contra Lung. Indiqué a los bichos voladores que atacaran su cara. Con disgusto, centré a las hormigas y arañas en… otras partes vulnerables. Hice lo que pude para ignorar la información que venía de ese ataque en particular, porque definitivamente no quería el mismo tipo de mapa topográfico que el enjambre me había dado hace un minuto. Lung era malas noticias, y le necesitaba fuera de acción tan pronto como fuera posible. Eso significaba golpear duro.

Lógica aparte, si sentí una punzada de culpa por disfrutar del dolor de otra persona. Acallé ese momento de remordimientos recordándome que Lung había llevado la tragedia, la adicción y la muerte a innumerables familias. Había estado planeando matar niños.

Lung explotó. No metafóricamente. Explotó en una oleada de fuego que prendió sus ropas, varios trozos de basura y a uno de sus hombres en llamas. Casi todos los bichos en su proximidad murieron o quedaron lisiados por la oleada de calor extremo. Desde mi punto de vista en el tejado, vi cómo se volvía una bomba humana por segunda vez. La segunda explosión convirtió su ropa en harapos e hizo a su gente salir corriendo buscando cobertura. Salió del humo con sus manos ardiendo como antorchas, con las escamas plateadas que cubrían casi un tercio de su cuerpo reflejando las llamas.

Mierda, mierda, mierda. ¿Era ignífugo? ¿O lo bastante hábil usando el fuego como para prender el aire a su alrededor sin quemarse? Los pocos trozos de ropa que le cubrían estaban ardiendo, y el fuego lamia sus manos y bailaba alrededor de ellas sin que pareciera importarle.

Rugió. No era el rugido monstruoso que uno podría esperar, si no un sonido muy humano de ira y frustración. Por humano que sonara, sin embargo, sonaba fuerte. Por toda la calle, luces y linternas se encendieron como respuesta a las explosiones y al rugido. Incluso vi un par de caras asomándose por las ventanas para ver la acción. Idiotas. Si el próximo ataque de Lung rompía algún cristal, podrían salir heridos.

Desde donde estaba agachada en el lateral del tejado, mandé a algunos de los bichos más inofensivos a atacar a Lung. Arremetió con el fuego en cuanto empezaron a trepar por él, que es más o menos lo que esperaba. Estaba consiguiendo matar a la mayoría de los bichos con cada fogonazo, y sabiendo lo que conocía de sus poderes, sabía que sus llamas solo se volverían más grandes, más calientes y más peligrosas.

En una pelea típica, podías suponer que alguien se volvería más débil según se alargara la lucha. Recibirían sus golpes, se cansarían, gastarían sus trucos. Con Lung, era todo lo contrario. Me encontré lamentando haber utilizado solamente un número relativamente pequeño de los bichos más venenosos, porque estaba claro que lo que había usado no estaba teniendo mucho efecto. Él no tenía idea de dónde estaba yo, así que pensé que aún tenía ventaja, pero mis opciones y el número de bichos en mi enjambre se estaban acabando. A pesar de mi alegría de antes, ya no estaba segura de poder ganar esto.

Suspiré a través de los dientes, muy consciente de que el tiempo se agotaba. En poco tiempo, Lung prendería fuego al bloque de edificios, se volvería inmune a las mordeduras y picaduras en general, o destruiría todo mi enjambre. Tenía que ponerme creativa. Tenía que ponerme más cruel.

Centré mi atención en una avispa solitaria, y la piloté alrededor de la espalda de Lung, por detrás de la cabeza y luego la hice rodear su cara e ir directamente a su globo ocular. La avispa tocó la pestaña, y él parpadeó antes de que pudiera dar en el blanco. Como consecuencia, el aguijón solamente se hundió en su párpado, lo que provocó una nueva explosión de fuego y un grito de rabia.

De nuevo, pensé. Una abeja en esta ocasión. No estaba segura de sí acabaría consiguiendo parpados blindados, pero tal vez podría usar las picaduras para hacer que sus ojos se hincharan y no pudiera ver. No sería capaz de luchar si no podía ver.

Esta vez la abeja alcanzó su objetivo, hundiendo el aguijón en el globo ocular de Lung. Me sorprendió el hecho de que no se quedara enganchada o muriera, así que hice que la abeja picara otra vez, y esta vez las púas hicieron que se enganchara en la piel de la esquina de su ojo, al lado de la nariz. La abeja murió esta vez, dejando algunos órganos minúsculos y un saco de veneno colgando del aguijón.

Esperaba que estallara de nuevo. No lo hizo. En su lugar, se prendió fuego, de la cabeza a los pies. Esperé un momento, preparada para atacar con la siguiente avispa en el momento en que bajara la guardia, pero a medida que pasaban los segundos, me di cuenta que no estaba planeando apagarse. Se me hundió el ánimo.

Seguramente estaba quemando todo el oxígeno a su alrededor. ¿No necesitaba respirar? ¿Qué demonios era la fuente de combustible para el fuego?

De pie en la calle, se dio la vuelta, buscándome, con las llamas que lamían y rodaban sobre su cuerpo dando luz donde sólo había habido oscuridad. De repente, se encorvó. Me pregunté si – esperé que – las diferentes toxinas y venenos en su sistema hubieran hecho su trabajo. Entonces su espalda se separó en dos. Un hueco carnoso apareció a lo largo de su columna vertebral, seguido de una erupción de largas escalas metálicas por toda la brecha. Después de erizarse por unos momentos, las escamas cayeron en posición pegadas al cuerpo como fichas de dominó cayendo. Se puso de pie y se estiró, y podría haber jurado que era treinta centímetros más alto, ahora con una columna vertebral reforzada de metal.

Aún en llamas, de la cabeza a los pies.

Si el ‘constantemente en llamas’ había inclinado la balanza de la lucha hasta volverla inútil, viendo a Lung crecer y parecer más fuerte que nunca me había empujado hasta el punto de estar asustada. Empecé a pensar en una estrategia de salida. Racionalmente, pensé, los hombres de Lung estaban esparcidos a los cuatro vientos y probablemente estaban en bastante mal estado. Independientemente de lo que Lung hubiera estado planeado para esta noche, era muy probable que no fuera a ser capaz de llevar a cabo cualquier plan que hubiera tenido antes de este desastre. Más o menos había logrado lo que necesitaba, y pensé que podía correr y encontrar una manera de ponerme en contacto con el CGP por si acaso.

Ese era el punto de vista racional. Dejando las justificaciones de lado, sólo quería irme, en ese instante. Si la cosa se alargaba y me quedaba donde estaba, había una posibilidad muy real de que Lung daría pruebas al rumor de que podrían crecerle alas, y en ese momento sin duda me vería. No sería capaz de vencer a Lung en este punto de todas formas, lo que solo dejaba huir como un cobarde como única opción.

Lung estaba de espaldas a mí, así que me levanté, poco a poco. Agachándome, retrocedí para huir hacia la escalera de incendios, vigilando a Lung con cuidado mientras ponía el pie en la grava del tejado.

Como si acabara de disparar un arma de fuego, Lung se dio la vuelta para mirarme. Uno de sus ojos era sólo una línea brillante detrás de su máscara, pero el otro era como una esfera de metal fundido.

Un rugido victorioso llenó el aire, menos humano que el quejido que había soltado antes, y sentí una especie de resignación. Audición mejorada. El paquete de poderes que el bastardo conseguía con su transformación incluía audición sobrehumana.

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Gestación 1.5

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No aprecias adecuadamente lo que significa ‘fuerza sobrehumana’ hasta que ves a alguien saltar desde la acera hasta el segundo piso de un edificio al otro lado de la calle. No llegó hasta el tejado, pero cubrió más o menos tres cuartas partes de la distancia. No estaba segura de cómo Lung evito caerse. Solo pude imaginarme que simplemente enterró los dedos en el exterior del edificio.

Oí raspado y crujidos mientras subía, y miré mi única vía de escape. No me hacía ninguna ilusión en cuanto a mi capacidad de bajar la escalera de incendios antes de que Lung llegara encima del tejado y dedujera a dónde había escapado. Peor aún, en ese momento él probablemente podría llegar antes a la calle saltando desde el tejado, o simplemente dispararme fuego a través de los huecos en el metal mientras estaba en la escalera. La ironía de que la salida de emergencia para incendios fuera de todo menos eso no se me escapó.

Deseé poder volar. Mi escuela ofrecía la posibilidad de elegir entre Química, Biología y Física, con Ciencia Básica para los de bajo rendimiento. No había tomado Física, pero aun así estaba bastante segura de que sin importar cuántos pudiera reunir, saltar desde el tejado con un enjambre de bichos voladores agarrándome acabaría tan bien como acababan los aspirantes a superhéroe de 9 años de los que oías hablar en las noticias, que saltaban de cornisas con sombrillas y sábanas.

Por el momento, estaba atrapada donde estaba.

Busque dentro de la armadura convexa que cubría mi columna, pasando los dedos sobre las cosas que había abrochado ahí. Los EpiPens[1] estaban destinados a tratar el shock anafiláctico de reacciones alérgicas a las picaduras de abeja y similares, y probablemente no le harían nada a Lung, incluso si pudiera acercarme lo suficiente y encontrar un punto donde inyectar. En el peor de los casos, las inyecciones sobrecargarían su poder provocando una oleada de cuales fueran las hormonas o endorfinas que alimentaban su poder. Nada útil, peligroso como mucho. Tenía una bolsa de polvo de tiza que estaba pensada para los escaladores y gimnastas. La había visto en la tienda de deportes cuando fui a comprar las lentes de mi máscara. Tenía los guantes y no creo que necesitara la sequedad y la tracción extra, pero se me había ocurrido la idea de que podría ser útil para lanzárselo a un enemigo invisible, y lo compré por capricho. En retrospectiva, había sido una compra tonta, ya que mi poder me permitía encontrar enemigos así con mis bichos. Como una herramienta contra Lung… no estaba segura de sí explotaría como el polvo regular puede hacer cuando se expone a las llamas, pero el fuego no le haría daño de todos modos. Olvida esa opción.

Saqué el pequeño bote de spray de pimienta de mi armadura. Era un tubo negro, 7 centímetros de largo, no mucho más grueso que un lápiz, con un gatillo y un interruptor de seguridad. Había sido un regalo de mi padre, cuando había empezado a salir a correr por la mañana para entrenar. Me había advertido de que variara mi ruta, y me había dado el spray de pimienta por protección, junto con una cadena para enganchármelo a la cintura para que un atacante no pudiera cogerlo y usarlo en mi contra. En traje, había optado por no mantener la cadena en aras de avanzar en silencio. Usando mi pulgar, quité el seguro y coloqué el tubo en posición listo para disparar. Me agaché para hacerme un objetivo más pequeño, y esperé a que se mostrarse.

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Las manos de Lung, todavía en llamas, fueron lo primero en aparecer, agarrando el borde del techo con suficiente fuerza para doblar el material que cubría el lado elevado del tejado. Sus manos fueron seguidas rápidamente por la cabeza y el torso mientras se arrastraba hacia arriba. Parecía que estaba hecho de cuchillos o espadas superpuestas, humeando de color amarillo y naranja con las llamas templadas. No había piel visible, y medía fácilmente dos o dos metros y medio de alto, a juzgar por la longitud de sus brazos y el torso. Solo sus hombros median un metro de ancho como mínimo. Incluso el único ojo que tenía abierto parecía metálico, una brillante piscina de metal
fundido en forma de almendra.

Apunté al ojo abierto, pero el spray disparó en ángulo, rozando solo su hombro. Cuando el spray le tocó, se encendió en una bola de fuego durante un instante.

Maldije en voz baja y tanteé torpemente el aparato. Mientras que él pasaba la pierna sobre el borde, ajusté el ángulo y disparé de nuevo. Esta vez – con una pequeña corrección de puntería durante el disparo – le di en la cara. El aerosol en llamas le pasó por encima, pero el contenido aun así hizo su trabajo. Gritó, soltando el techo con una mano, agarrándose el lado de la cara donde estaba su ojo bueno.

Había sido inútil esperar que fuera a resbalar y caer. Solo me consideré afortunada de que por metálico que pareciera su rostro, aún hubiera partes de él vulnerables al spray.

Lung se arrastró sobre el borde del techo. Le tenía dolorido… Pero no podía hacer nada más. Mis bichos eran oficialmente inútiles, ya no quedaba nada en mi compartimento de utilidades, y me haría más daño a mí misma de lo que le dolería a Lung si le atacaba. Haciendo una nota mental para hacerme con un cuchillo pequeño o una porra si me las arreglaba para salir viva de esto, corrí a la escalera de incendios.

“¡Hij… Hijo de puta!” Lung gritó. Dándole la espalda, no había manera de verlo, pero el techo se iluminó brevemente antes de que la oleada de llamas me golpeara por detrás. Perdiendo el equilibrio, patiné en la grava y golpeé el borde elevado del techo, justo al lado de la escalera de incendios. Frenética, me di unas palmadas. Mi traje no estaba en llamas, pero mi pelo – corriendo pasé las manos por él para asegurarme de que no estaba ardiendo.

Una suerte, pensé, que no habían usado alquitrán en el tejado. Me podía imaginar las llamas prendiendo la azotea y lo poco que habría podido hacer si eso hubiera sucedido.

Lung se puso en pie, lentamente, todavía cubriéndose parte de la cara con la mano. Caminaba con una leve cojera mientras se acercaba. A ciegas, arremetió con una amplia ola de fuego que paso por más de la mitad del techo. Me tapé la cabeza con las manos y llevé mis rodillas al pecho cuando el aire caliente y las llamas se precipitaron sobre mí. Mi traje pareció llevarse la peor parte, pero todavía estaba tan caliente que tuve que morderme el labio para evitar soltar sonido.

Lung dejo de avanzar, girando lentamente la cabeza de un lado a otro.

“Chupa. Vergas.” gruñó con su fuerte acento, sus insultos interrumpidos por su jadeo, “Muévete. Dame algo a lo que apuntar.”

Contuve la respiración y me quedé lo más quieta posible. ¿Qué podía hacer? Todavía tenía el spray de pimienta en la mano, pero incluso si le daba de nuevo, estaría corriendo el riesgo de que atacara y me quemara viva antes de que pudiera moverme. Si me movía primero, él me escucharía y me lanzaría al suelo con otra ráfaga de fuego, probablemente antes de que pudiera llegar a ponerme en pie.

Lung se apartó la mano de la cara. Parpadeó un par de veces, miró a su alrededor, y luego parpadeó un par de veces más. Era cuestión de segundos que pudiera ver lo suficiente para distinguirme de las sombras. ¿No se suponía que el spray de pimienta debía aturdir a alguien durante treinta minutos? ¿Cómo era posible que este monstruo no fuera un villano de categoría A?

De repente se movió, con llamas retorciéndose en sus manos, y cerré los ojos.

Cuando oí el silbido del crepitar de la llama y no fui quemada viva, abrí los ojos de nuevo. Lung estaba disparando chorros de fuego, apuntando al borde de la azotea del edificio adyacente, un apartamento de tres pisos. Miré para ver a qué estaba apuntando, pero no podía distinguir nada en la oscuridad o en el breve instante de luz que ofrecían las llamas de Lung.

Sin previo aviso, una forma enorme aterrizó encima de Lung con un impacto que juraría que se habría oído en el otro extremo de la calle. Del tamaño de una camioneta, el ‘objeto enorme’ era un animal en vez de un vehículo, parecido a una mezcla entre un lagarto y un tigre, con marañas de músculo y hueso donde debería tener la piel, escamas o pelaje. Lung estaba ahora de rodillas, sosteniendo una de las garras de la bestia a considerable distancia de su cara con su propia mano con garras.

Lung usó su mano libre para golpear a la criatura en el hocico. A pesar de que era más pequeño que la bestia, el impacto la hizo retroceder. La bestia dio unos pocos pasos hacia atrás del golpe, y luego cargó contra él como un rinoceronte tirándole del tejado. Golpearon la calle con un sonoro golpe.

Me puse de pie, consciente de que estaba temblando mucho. Estaba tan inestable, de la mezcla de alivio y miedo, que casi me caí de nuevo cuando dos impactos más sacudieron el techo. Dos criaturas más, similares a la primera en su aspecto, pero ligeramente diferentes en tamaño y forma, habían llegado en la azotea. Cada una tenía un par de jinetes. Vi como esa gente se bajaba de las espaldas de los animales. Había dos chicas, un chico y una cuarta figura que identifiqué como masculina sólo por la altura. El alto se acercó a mí, mientras que los otros se apresuraron al borde de la azotea para ver a Lung y a la criatura pelear.

“Nos has ahorrado un montón de problemas”, me dijo. Su voz era profunda, masculina, pero amortiguada por el casco que llevaba. Estaba vestido completamente de negro, un traje que me di cuenta era básicamente ropa cuero para ir en moto y un casco de moto. La única cosa que me hizo pensar que era un traje era la visera de su casco. La visera de rostro completo estaba esculpida para parecer una calavera estilizada, y era tan negra como el resto de su traje, con sólo las tenues luces reflejadas en la superficie para dar una idea de lo que era. Era uno de esos trajes que la gente hace de lo que pueden reciclar, y no quedaba nada mal si no lo mirabas demasiado de cerca. Alargó una mano hacia mí, y yo me aparté, cautelosa.

No sabía qué decir, así que use mi táctica de no decir nada que pudiera meterme en una situación peor.

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Grue

Retirando su mano, el hombre de negro señaló con el pulgar por encima del hombro, “Cuando nos enteramos de que Lung estaba pensando venir por nosotros esta noche, estábamos bastante asustados. Estuvimos discutiendo la estrategia durante casi todo el día. Finalmente decidimos, a la mierda, nos encontraremos con él a medio camino. Improvisaremos. No es mi forma habitual de hacer las cosas, pero bueno.”

Detrás de él, una de las chicas silbó fuerte y señaló hacia la calle. Los dos monstruos en los que el grupo había estado montando cruzaron el tejado de un salto y se lanzaron a la calle para unirse a la lucha.

El hombre de negro siguió hablando: “Y resulta que su lacayo Lee esta allí con media docena de tipos, pero Lung y el resto de su pandilla no están por ningún lado”, se rió, un sonido sorprendentemente normal para alguien que lleva una máscara con un cráneo puesta.

“Lee no es malo peleando, pero hay una razón por la que no es líder de los ABB. Se asustó sin su jefe allí y huyó. ¿Supongo que eres responsable de eso?” Máscara de cráneo esperó una respuesta de mí. Cuando yo no ofrecí una, se aventuró hacia el borde del tejado y miró hacia abajo, y luego habló sin volverse a mirarme, “Lung está quedando hecho polvo ¿Qué mierda le hiciste?”

“Spray de pimienta, avispas y abejas, picaduras de hormigas de fuego y picaduras de araña”, dijo la segunda de las chicas, respondiendo a la pregunta por mí. Iba vestida con un traje ajustado que combina negro con una sombra pálida de color azul o púrpura – No podría saberlo en la oscuridad – y su pelo rubio oscuro era largo y lo llevaba suelto. La chica sonrió mientras añadía: “Él no lo está llevando muy bien. Va a doler un montonazo más mañana.”

El hombre de negro de repente se volvió hacia mí, “Presentaciones. Ella es Tattletale. Yo soy Grue. La chica con los perros-”, apuntó a la otra chica, la que había silbado y dirigido a los monstruos. No llevaba traje, a no ser que contara como traje una falda a cuadros, botas militares, una camiseta sin mangas desgarrada y una máscara de rottweiler de plástico duro de una tienda de todo a un dólar. “-La llamamos Perra, lo prefiere, pero para ser aptos para todos los públicos, los buenos y los medios de comunicación decidieron llamarla Hellhound en su lugar. Por último y ciertamente menos importante, tenemos a Regent.”[2]

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Grue, Tattletale, Perra y Regent

Finalmente entendí lo que estaba diciendo. ¿Esos monstruos eran perros?

“Vete a la mierda, Grue”, Regent replicó con una sonrisa y un tono de voz que dejó en claro que no estaba realmente tan ofendido. Llevaba una máscara blanca, no tan decorativa o tan trabajada como las que asociaba con los carnavales de Venecia, pero similar. Se había colocado una corona de plata alrededor de sus cortos rizos negros, y llevaba una camisa blanca con volantes y leggins ajustados metidos en las botas altas. El traje era muy de feria del renacimiento. El chico tenía una figura que me hizo pensar más en un bailarín que en un físico culturista.

Habiendo hecho las presentaciones, Grue me miró durante un largo momento. Después de unos segundos, me preguntó: “Oye, ¿estás bien? ¿Estás herida?”

“La razón por la que ella no se está presentando no es que esté herida”, Tattletale le dijo, mientras continuaba inclinándose sobre el borde del techo para ver lo que estaba pasando en la calle, “Es porque es tímida.”

Tattletale se dio la vuelta y parecía que iba a decir algo más, pero se detuvo, volviendo la cabeza. La sonrisa que tenia se desvaneció “Atentos. Tenemos que largarnos.”

Perra asintió en respuesta y silbó, un silbido corto seguido por dos más largos. Tras una breve pausa, el edificio fue repentinamente sacudido por impactos. En un instante, sus tres criaturas saltaron de los callejones a ambos lados del edificio y sobre el tejado.

Grue se volvió hacia mí. Yo seguía de pie en el extremo opuesto del tejado, cerca de la escalera de incendios. “¿Hey, quieres que te llevemos?”

Miré las criaturas – ¿perros? Eran criaturas ensangrentadas sacadas de una pesadilla. Negué con la cabeza. Se encogió de hombros.

“Hey”, Tattletale me dijo, sentándose detrás de Perra, “¿Cuál es tu nombre?”

La miré fijamente. Mi voz se atascó en mi garganta antes de que fuera capaz de pronunciar las palabras, “No… no he cogido uno aún.”

“Bueno, Bicho, una capa va a aparecer en menos de un minuto. Nos hiciste un gran favor por encargarte de Lung, así que sigue mi consejo. Cuando alguien del Protectorado aparece y encuentra dos tipos malos peleando, no va dejar que uno se largue. Deberías salir de aquí”, dijo. Me lanzó una sonrisa. Tenía una de esas sonrisas vulpinas que se levantaban en las comisuras de la boca. Detrás de su sencilla máscara de dominó negro, sus ojos brillaban con picardía. Si hubiera tenido el pelo rojo, me habría hecho pensar en un zorro. Más o menos lo hizo, de todos modos.

Con eso, saltaron por encima de mi cabeza, una de las tres bestias golpeando o apoyándose en la escalera de incendios de camino al suelo, provocando un chirrido de metal contra metal.

Cuando me di cuenta de lo que acababa de ocurrir, podría haber llorado. Era bastante fácil clasificar a Regent, Tattletale y Perra como adolescentes. No era un gran salto intuitivo adivinar que Grue era uno también. Los ‘niños’ que Lung había mencionado, a los que yo había puesto tanto esfuerzo en salvar esta noche, eran los malos. No sólo eso, sino que también me habían confundido con uno.

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[1] “EpiPens” son las jeringuillas de epinefrina preparadas para la venta al público y de uso fácil para evitar problemas médicos graves por alergias como las causadas por picaduras de insectos.

[2] Tattletale: Chismosa, Bocona, Buchona, Botona, etc. Alguien que cuenta secretos sin contenerse.

Grue: Escalofrío de terror, temblor de miedo, algo que te genera rechazo.

Hellhound: Sabueso Infernal o perro del infierno, en algunos mitos son los que vienen por tu alma.

Gestación 1.6

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Escuché a la capa llegar con su motocicleta tuneada. No quería ser vista huyendo de la escena de una pelea, y arriesgarme a ser etiquetada como una de los malos por otra persona, pero tampoco iba a acercarme a la calle, por si Lung se sentía mejor. Como no había ningún sitio donde ir, me quedé donde estaba. Solo descansar sentía bien.

Si me hubieras preguntado hacía apenas unas horas que cómo pensaba que me sentiría al conocer a un superhéroe famoso, habría utilizado palabras como emocionada y nerviosa. La realidad era que estaba demasiado cansada para que me importara.

Pareció como si volara al tejado, pero el arma larga de casi dos metros que el hombre sostenía se sacudió al aterrizar. Estaba bastante segura de haber visto los dientes de un gancho retirarse en el final del arma. Así que así era como se veía Armsmaster[1] en persona, pensé.

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La organización de superhéroes más grande en el mundo era el Protectorado, que abarca Canadá y los Estados Unidos, con conversaciones en curso sobre la inclusión de México en el acuerdo. Era una liga de superhéroes patrocinada por el gobierno con una base en cada “ciudad de capas.” Es decir, tenían un equipo instalado en cada ciudad con una población considerable de héroes y villanos. El equipo de Brockton Bay era oficialmente ‘El Protectorado Este-Noreste’, y se establecían en la isla flotante envuelta en un campo de fuerza que se podía ver desde el Paseo Marítimo. Este hombre, Armsmaster, era el jefe del equipo local. Cuando el grupo de los principales miembros del Protectorado de todo Canadá y Estados Unidos hacían esa clásica formación de ‘v’ en las sesiones de fotos, Armsmaster era uno de los que estaban en los laterales. Este era un tipo que tenía sus propias figuras de acción. Armsmaster en diferentes poses con partes intercambiables de su Alabarda.

Él parecía un superhéroe de verdad, no un tipo con un disfraz. Era una distinción importante. Llevaba una armadura corporal, de color azul oscuro con reflejos de plata. Tenía una visera en forma de V en ángulo agudo que cubría sus ojos y nariz. Con solamente la mitad inferior de la cara expuesta, pude ver una barba recortada para trazar los bordes de la mandíbula. Si tuviera que juzgar, con sólo la mitad inferior de su rostro para adivinar, supondría que tenía entre veintialgo y treinta y pocos años.

Su distintivo y arma era su Alabarda, que era básicamente una lanza con un hacha en el extremo, hasta arriba de aparatos y del tipo de tecnología que generalmente sólo veías en la ciencia ficción. Él era el tipo de hombre que aparecía en las portadas de revistas y hacía entrevistas en televisión, por lo que podría encontrar casi cualquier cosa sobre Armsmaster a través de diversos medios de comunicación, excepto su identidad secreta. Sabía que su arma podía cortar a través del acero como si fuera mantequilla, que tenía inyectores de plasma para lo que la hoja sola no podía cortar y que podía disparar pulsos electromagnéticos dirigidos para apagar campos de fuerza y ​​dispositivos mecánicos.

“¿Vas a pelear conmigo?” Preguntó.

“Soy una de los buenos”, le dije.

Acercándose a mí, inclinó la cabeza, “No pareces uno.”

Eso dolió, sobre todo viniendo de él. Era como Michael Jordan diciendo que eras malo en baloncesto. “Eso… no es intencional”, le respondí, un poco a la defensiva, “Llevaba más de la mitad del traje hecho cuando me di cuenta de que ya parecía más sombrío de lo que había previsto, y no podía hacer nada al respecto para entonces.”

Hubo una larga pausa. Nerviosa, aparté mis ojos de ese visor opaco. Eché un vistazo a su emblema del pecho, una silueta de la visera en azul contra un fondo de plata, y me vino la ridícula idea de que en algún momento había tenido un par de calzoncillos con su emblema en la parte delantera.

“Estás diciendo la verdad”, dijo. Fue una declaración convencida, lo que me sorprendió. Quería preguntarle cómo lo sabía, pero no quería hacer o decir algo que pudiera hacerle cambiar de opinión.

Se acercó más, mirándome mientras estaba allí sentada con los brazos alrededor de las rodillas, y preguntó: “¿Necesitas ir a un hospital?”

“No”, le dije. “No lo creo. Y me sorprende tanto como a ti.”

“Eres una nueva cara”, dijo.

“Ni siquiera tengo un nombre todavía. ¿Sabes lo difícil que es pensar un nombre de temática de bichos que no me haga sonar como una supervillana o una completa idiota? “

Se rió entre dientes, y sonaba cálido, muy normal. “No sabría decirte. Entre en este juego lo bastante temprano como para no tener que preocuparme por quedarme sin nombres buenos.”

Hubo una pausa en la conversación. De repente me sentí incómoda. No sé por qué, pero admití, “Casi me muero.”

“Es por eso que tenemos el programa de Custodios”, dijo. No hubo juicio en su tono, ni presión. Sólo un hecho.

Asentí con la cabeza, más por dar una respuesta que por estar de acuerdo con su comentario. Los Custodios eran la subdivisión de menores de dieciocho años del Protectorado, y Brockton Bay tenía su propio equipo de Custodios, con la misma convención de nombres que el Protectorado; Los Custodios del este-nordeste. Había considerado solicitar unirme, pero la idea de escapar del estrés del instituto para meterme en un embrollo de dramas adolescentes, supervisión adulta y horarios rígidos parecía contraproducente.

“¿Atrapaste a Lung?” Le pregunté, para cambiar del tema de los Custodios. Estaba bastante segura de que estaba obligado a tratar de reclutar a nuevos héroes al Protectorado o los Custodios, dependiendo de su edad, para promover todo el plan de los héroes organizados responsables de sus actos, y yo realmente no quería que insistiera sobre que me uniera.

“Lung estaba inconsciente, vencido y hecho un desastre cuando llegué. Le llené de tranquilizantes para estar seguro y le contuve temporalmente bajo una jaula de acero que se suelda a la acera. Lo recogeré cuando me vaya.”

“Bien”, le dije, “Con él en la cárcel, sentiré como que he logrado algo hoy. La única razón por la que empecé la pelea fue porque le oí decir a sus hombres que dispararan a unos niños. Sólo me di cuenta más tarde de que estaba hablando de algunos otros villanos.”

Armsmaster se volvió hacia mí. Así que se lo dije todo, contándole la lucha en general, la llegada de los villanos adolescentes, y sus descripciones generales. Antes de que terminara, él se paseaba nervioso por el tejado.

“Estos chicos. ¿Sabían que estaba viniendo?”

Asentí con la cabeza, una vez. Por mucho respeto que tuviera hacia Armsmaster, no estaba con ánimos de repetirme.

“Eso explica muchas cosas”, dijo, mirando a lo lejos. Después de unos momentos, continuó explicando, “Son resbaladizos. En las pocas ocasiones en que conseguimos pelear cara a cara con ellos, o ganan o salen más o menos indemnes, o ambos. Sabemos muy poco sobre ellos. Grue y Hellhound estaban trabajando por su cuenta antes de unirse al grupo, así que hay algo de información, pero ¿los otros dos? Son inexistentes. Si la chica Tattletale tiene alguna forma de detectarnos o espiarnos, ayudaría mucho a explicar por qué les va tan bien.”

En cierto modo me sorprendió escuchar uno de los mejores héroes admitir no estar totalmente en control de la situación.

“Es curioso”, le dije, después de pensarlo unos momentos, “Ellos no parecían muy duros. Grue dijo que estaban entrando en pánico cuando se enteraron de que Lung iba tras ellos, y estuvieron bromeando relajadamente mientras la lucha ocurría. Grue se estaba burlando de Regent.”

“¿Dijeron todo esto delante de ti?” preguntó.

Me encogí de hombros, “Creo que pensaban que estaba ayudándoles. Según la forma de la que Tattletale hablaba, creo que pensó que yo también era una villana o algo así.” Con un toque de amargura, le dije: “No sé, supongo que fue el traje lo que los llevó a pensar eso.”

“¿Podrías haberles hecho frente?” me preguntó Armsmaster.

Empecé a encogerme de hombros, y me estremecí un poco. Me sentía un poco dolorida en el hombro, sobre donde había caído en el tejado después de haber sido golpeada por las llamas de Lung. Le dije: “Como has dicho, no sabemos mucho acerca de ellos, pero creo que esa chica con los perros-”

“Hellhound”, dijo Armsmaster.

“Creo que ella podría haberme pateado el culo por su cuenta, por lo que no. Probablemente no podría haber luchado ellos.”

“Entonces piensa que fue buena suerte que se llevaran la impresión equivocada”, dijo Armsmaster.

“Intentaré mirarlo de esa manera”, dije, impresionada por cuan fácilmente era capaz de tener esa mentalidad de ‘tomar algo negativo y convertirlo en algo positivo’, que yo había estado tratando de conseguir. Envidiaba eso.

“Buena chica”, dijo, “Y ya que estamos mirando hacia el futuro, tenemos que decidir que vamos a hacer a partir de aquí.”

Mi corazón se hundió. Sabía que iba a sacar el tema de los Custodios de nuevo.

“¿Quién se lleva el crédito por Lung?”

Tomada por sorpresa, le miré. Empecé a hablar, pero él levantó la mano.

“Escúchame. Lo que has hecho esta noche es espectacular. Jugaste un papel considerable en apresar a un villano importante. Sólo tienes que considerar las consecuencias.”

“Consecuencias”, murmuré, mientras la palabra espectacular resonaba en mis oídos.

“Lung tiene una gran banda a lo largo de Brockton Bay y ciudades vecinas. Más que eso, tiene dos lacayos con superpoderes. Oni Lee y Bakuda.”[2]

Negué con la cabeza: “He oído hablar de Oni Lee y Grue menciono luchar contra él. Nunca he oído hablar de Bakuda.”

Armsmaster asintió, “No es de extrañar. Ella es nueva. Lo que sabemos de ella es limitado. Hizo su primera aparición y la demostración de sus poderes a través de una extensa campaña de terrorismo contra la Universidad de Cornell. Lung al parecer la reclutó y la trajo a Brockton Bay después de que sus planes fueran frustrados por el Protectorado de Nueva York. Esto es… algo preocupante.”

“¿Cuáles son sus poderes?”

“¿Conoces la clasificación Inventor?”

Empecé a encogerme de hombros, pero recordé el dolor de mi hombro y asentí con la cabeza en su lugar. Además probablemente fuera más educado. Le dije: “Cubre a cualquier persona con poderes que le dan una comprensión avanzada de la ciencia. Permite crear tecnología adelantada años a su tiempo. Pistolas de rayos, cañones de hielo, armaduras mecánicas, ordenadores avanzados.”

“Algo así”, dijo Armsmaster. Se me ocurrió que el sería un Inventor, si su Alabarda y armadura eran una indicación. Eso, o que había conseguido sus cosas de otra persona. Siguió explicando: “Bueno, la mayoría de los Inventores tienen una especialidad o un truco especial. Algo en lo que son particularmente buenos o algo que ellos pueden hacer, que otros Inventores no pueden. La especialidad de Bakuda son bombas.”

Me quedé mirándolo. Una mujer con un poder que le permitía hacer bombas que estaban décadas por delante de su tiempo tecnológicamente. No me extraña que lo viera como una preocupación.

“Ahora quiero que consideres el peligro de llevarte el crédito por la captura de Lung. Sin lugar a dudas, Oni Lee y Bakuda buscarán lograr dos objetivos. La liberación de su jefe y vengarse del responsable. Sospecho que ahora eres consciente… son gente aterradora, más aterradores en algunos aspectos que su jefe.”

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Bakuda, Lung y Oni Lee

“¿Estás diciendo que no debería llevarme el crédito?”, le dije.

“Estoy diciendo que tienes dos opciones. La primera opción es unirte a los Custodios, donde tendrás apoyo y la protección en caso de un altercado. La segunda opción es mantener la cabeza baja. No llevarte el crédito. Pasar desapercibida.”

No estaba preparada para tomar una decisión así. Por lo general, me iba a dormir a las once más o menos, despertaba a las seis y media para estar lista para salir a correr por la mañana. Según mis cálculos, eran entre la una y las dos de la mañana. Estaba emocionalmente agotada por los altos y bajos de la noche, y apenas podía entender las complicaciones y dolores de cabeza que vendrían de unirme a los Custodios, y mucho menos de tener dos sociópatas increíblemente peligrosos viniendo a por mí.

Además de eso, no era tan tonta como para no ver los motivos de Armsmaster. Si optaba por no llevarme el crédito por la captura de Lung, Armsmaster lo haría, estaba segura. No quería empezar con mal pie con alguien tan importante.

“Por favor, mantén mi participación en la captura de Lung en secreto” le dije, dolorosamente decepcionada de tener que decirlo, aun sabiendo que era lo que tenía más sentido.

Sonrió, cosa que yo no esperaba. Tenía una bonita sonrisa. Me hizo pensar que podía ganarse los corazones de muchas mujeres, como quiera que fuesen los dos tercios superiores de su cara. “Creo que algún día mirarás atrás y verás que esta fue una decisión inteligente”, dijo Armsmaster, volviendo a caminar hasta el otro extremo del tejado, “Llámame al CGP si alguna vez estás en un apuro.” Dio un paso fuera del borde del tejado y desapareció de la vista.

Llámame si alguna vez estás en un apuro. Había dicho, sin admitirlo abiertamente, que me debía una. Se llevaría gran parte del crédito por la captura de Lung, pero me debía una.

Antes de haber bajado del todo la escalera de incendios, oí al repiqueteo de su motocicleta, presumiblemente llevando a Lung a un encierro de por vida. Esperaba.

Me llevaría una media hora llegar a casa. De camino, me pararía y me pondría la camiseta y los pantalones vaqueros que había escondido. Sabía que mi padre se iba a dormir antes que yo, y dormía como un tronco, así que no tenía nada de qué preocuparse en cuanto a concluir la noche.

Podría haber ido peor. Por extraño que parezca, esas palabras eran una manta de seguridad que envolví a mi alrededor para evitar centrarme en el hecho de que al día siguiente era día de instituto.

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[1] Armasmaster: Maestro de armas

[2] Bakuda: Viene del japones 爆弾, o ‘bakudan’, que significa ‘bomba’.

Interludio 1.x

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“No sabemos cuánto tiempo él había estado ahí. Suspendido sobre el océano Atlántico. El 20 de Mayo de 1982, un crucero viajaba de Plymouth a Boston cuando un pasajero lo vio. Estaba desnudo, sus brazos a su lado, su largo pelo volando en el viento mientras estaba de pie en el cielo, casi a 30 metros sobre las gentiles olas. Su piel y pelo solo pueden ser descritos como oro pulido. Sin bello corporal o ropa que lo cubra, se dice, el se veía casi artificial.

“Después de una discusión que incluía a pasajeros y tripulación, el crucero se desvió para acercarse. Era un día soleado, y los pasajeros se amontonaron contra la barandilla para poder verlo mejor. Como si compartiera su curiosidad, la figura se acercó también. Su expresión inmutable, pero los testigos en la escena reportaron que parecía profundamente triste.

“’Pensé que él iba a quebrarse y llorar en cualquier momento’, dijo Grace Lands, ‘Pero cuando me estire y toque la punta de sus dedos, fui yo el que se echó a llorar.’

“‘Ese viaje en bote era mi viaje final. Tenía cáncer, y no tenía el valor suficiente para enfrentarlo. No puedo creer que estoy admitiendo esto en frente de una cámara, pero regresaba a Boston, donde nací, para acabar con mi mismo. Después de conocerlo, cambie de parecer. No importo de todas formas. Fui a un doctor, y dijo que no había rastro de que alguna vez tuviera la enfermedad.’

“‘Recuerdo que mi hermano, Andrew Hawke, fue el último pasajero en tener algún contacto con él. Subió a la barandilla, y, casi cayéndose, tomó la mano del hombre dorado. El resto de nosotros tuvo que sostenerlo para que no se cayera. Lo que sea que sucedió lo dejó cayado del asombro. Cuando el hombre de la piel dorada se fue volando, mi hermano se quedó en silencio. El resto del camino a Boston, mi hermano no dijo una palabra. Cuando desembarcamos, y el efecto se rompió finalmente, mi hermano balbuceaba como un niño emocionado a los reporteros.’”

“El hombre dorado reaparecería muchas veces más a lo largo de los meses y años. En algún punto, se puso ropas. Al principio, una sábana vestida sobre un hombro y fijada a ambos lados de la cadera, luego ropas más convencionales. En 1999, se puso el leotardo blanco que aun viste hoy. Por más de una década, nos preguntamos, ¿Donde consiguió nuestro hombre dorado estas cosas? ¿Con quién estaba en contacto?

“Periódicamente al principio, entonces con un aumento de frecuencia, el hombre dorado comenzó a intervenir en tiempos de crisis. Para eventos tan pequeños como el choque de un auto, tan grandes como desastres naturales, ha llegado y usado sus habilidades para salvarnos. Un resplandor de luz para congelar agua reforzando un dique debilitado por un huracán. Un acto terrorista prevenido. Un asesino serial atrapado. Un volcán calmado. Milagros, se decía.

“Su paso aumento, tal vez porque todavía estaba aprendiendo lo que podía hacer, tal vez porque estaba desarrollando un mejor sentido de donde era necesitado. Para mitad de los 90s, viajaba de crisis en crisis, volando más rápido que la velocidad del sonido. En quince años, no descansó.

“Solo se sabe de una vez que hablo en treinta años. Después de extinguir un incendio masivo en Alexandrovsk, él se detuvo para examinar la escena y estar seguro que no quedaran llamas. Un reportaron le hablo, y le pregunto, ¿‘Kto vy?’ – ¿Qué eres?

“Conmocionando al mundo, captado en cámara en una escena repetida innumerables veces, el respondió en una voz que sonaba como si nunca hubiera producido un sonido antes. Apenas perceptible, le dijo, ‘Scion’.

“Se convirtió en el nombre que usamos para él. Irónicamente, por que tomamos una palabra que significa descendiente, y la usamos para nombrar al primero de muchos individuos con superpoderes – parahumanos –  en aparecer a lo ancho de la Tierra.

“Solo cinco años después de la primera aparición de Scion, los superhéroes emergieron de la cobertura del rumor y el secreto para mostrarse al público. Aunque los villanos siguieron poco después, fueron los héroes los que rompieron cualquier ilusión de que los parahumanos fueran figuras divinas. En 1989, intentando apaciguar un disturbio causado por un juego de basquetbol en Michigan, el superhéroe conocido por el público como Vikare intervino, solo para ser aporreado en la cabeza. Murió no mucho después de una embolia cerebral. Mas tarde, seria revelada su identidad como Andrew Hawke.

“La era dorada de los parahumanos fue de esta forma muy corta. No eran las figuras divinas que habían parecido ser. Los parahumanos eran, después de todo, gente con poderes, y la gente tiene defectos. Las agencias gubernamentales tomaron una mano más firme, y los estado-“

La televisión se apagó, y la pantalla se volvió negra, cortando el documental a mitad de la oración. Danny Hebert suspiro y se sentó en la cama, solo para pararse un momento después y empezar a caminar de un lado a otro.

Eran las tres y cuarto de la mañana, y su hija Taylor no estaba en su cuarto.

Danny se pasó las manos por el pelo, que era lo suficientemente delgado como para estar más cerca de la calvicie que no. Le gustaba ser el primero en llegar al trabajo, observando a todos llegar, haciéndoles saber que estaba allí para ellos. Así que, por lo general, se acostaba temprano; se acostaría a las diez de la noche, más o menos dependiendo de lo que estuviera en la televisión. Solo esta noche, pasada la medianoche, se había sentido perturbado por un sueño inquieto cuando sintió, en vez de oír, el cierre de la puerta trasera de la casa, justo debajo de su dormitorio. Había buscado a su hija, y había encontrado su habitación vacía.

Así que esperó a que su hija volviera por tres horas.

Incontables veces, había mirado por la ventana, esperando ver entrar a Taylor.

Por vigésima vez, sintió el impulso de pedirle ayuda a su esposa, por consejo, por apoyo. Pero su lado de la cama estaba vacío y lo había estado durante algún tiempo. Diariamente, al parecer, le daba el impulso de llamar a su teléfono celular. Sabía que era estúpido, ella no contestaría, y si él le daba vueltas a eso por mucho tiempo, se sentía enojado con ella, lo que hacía que se sintiera peor.

Se preguntó, incluso cuando sabía la respuesta, por qué no le había dado a Taylor un teléfono celular. Danny no sabía lo que estaba haciendo su hija, lo que la llevaría a salir de noche. Ella no era de ese tipo. Podía decirse a sí mismo que la mayoría de los padres se sentían así por sus hijas, pero al mismo tiempo, él lo sabía. Taylor no era social. No iba a fiestas, no bebía, ni siquiera estaba interesada en el champán cuando celebraban juntos el Año Nuevo.

Dos posibilidades siniestras seguían fastidiándolo, ambas demasiado creíbles. La primera fue que Taylor había salido a tomar aire fresco, o incluso a correr. Ella no era feliz, especialmente en la escuela, él lo sabía, y el ejercicio era su forma de resolverlo. Podía verla hacerlo un domingo por la noche, con una nueva semana en la escuela que se avecina. Le gustaba que correr la hiciera sentirse mejor consigo misma, que parecía estar haciéndolo de una manera razonable y saludable. Solo odiaba que ella tuviera que hacerlo aquí, en este vecindario. Porque aquí, una chica delgada en su adolescencia era un objetivo fácil para el ataque. Un asalto o algo peor: ni siquiera podía articular la peor de las posibilidades en sus propios pensamientos sin sentirse físicamente enfermo. Si ella hubiera salido a las once de la noche a correr y no había regresado a las tres de la mañana, eso significaba que algo había sucedido.

Miró por la ventana otra vez, en esa esquina de la casa donde el charco de iluminación bajo la luz de la calle le permitiría verla acercándose. Nada.

La segunda posibilidad no fue mucho mejor. Sabía que Taylor estaba siendo hostigada. Danny lo descubrió en enero, cuando sacaron a su hija de la escuela y la llevaron al hospital. No a la sala de emergencias, sino la sala psiquiátrica. Ella no diría por quién, pero bajo la influencia de las drogas que le habían dado para calmarse, había admitido que estaba siendo victimizada por matones, usando el plural para darle una pista de que era un ellos y no un él. o una ella. Ella no lo había mencionado, el incidente o el acoso, desde entonces. Si él empujaba, ella solo se ponía tensa y se volvía más retraída. Él se había resignado a dejarla revelar los detalles en su propio tiempo, pero habían pasado meses sin que le ofreciera indicios ni pistas.

Había muy poco que Danny podía hacer sobre el tema. Había amenazado con demandar a la escuela después de que su hija había sido llevada al hospital, y la junta escolar había respondido llegando a un acuerdo, pagando sus facturas del hospital y prometiéndoles que la protegerían para evitar que tales eventos ocurrieran en el futuro. Era una débil promesa hecha por un personal con exceso de trabajo crónico y no hizo nada para aliviar sus preocupaciones. Sus esfuerzos para que ella cambiara de escuela habían sido obstinadamente contrarrestados con reglas y regulaciones sobre los tiempos máximos de viaje que un estudiante podía tener entre el hogar y una escuela determinada. La única otra escuela a una distancia razonable del lugar de residencia de Taylor era Arcadia High, y ya estaba abarrotada de gente desesperada con más de doscientos estudiantes en una lista solicitando ser admitidos.

Con todo eso en mente, cuando su hija desapareció hasta la mitad de la noche, no pudo evitar la idea de que los matones la hubieran atraído con chantajes, amenazas o promesas vacías. Solo sabía sobre un único incidente, el que la había llevado al hospital, pero había sido grotesco. Se había implicado, pero nunca se revelado, que habían estado sucediendo más cosas. Podía imaginarse a estos chicos o chicas que estaban atormentando a su hija, incitándose unos a otros mientras inventaban formas más creativas de humillarla o dañarla. Taylor no había dicho mucho en voz alta, pero lo que estaba sucediendo había sido tan malvado, persistente y amenazante que Emma, ​​la amiga más íntima de Taylor durante años, había dejado de pasar tiempo con ella. Le irritaba.

Impotente. Danny estaba indefenso donde contaba. No había ninguna acción que pudiera tomar: su única llamada a la policía a las dos de la mañana solo le había dado una explicación cansada de que la policía no podía actuar ni buscarla sin algo más con que trabajar. Si su hija todavía estaba desaparecida después de doce horas, le habían dicho que debería llamarlos de nuevo. Todo lo que podía hacer era esperar y rezar con el corazón en la garganta para que el teléfono no sonara, un oficial de policía o una enfermera al otro lado listos para contarle lo que le había sucedido a su hija.

La más mínima vibración en la casa marco el escape del aire cálido de la casa al frío exterior, y hubo un silbido amortiguado cuando la puerta de la cocina se cerró de nuevo. Danny Hebert sintió una emoción de alivio junto con un miedo abyecto. Si bajaba a buscar a su hija, ¿la encontraría sufriendo o herida? ¿O su presencia empeoraría las cosas si su propio padre viera en su punto más vulnerable después de la humillación a manos de los matones? Ella le había dicho, en todos los sentidos, excepto expresado en voz alta, que no quería eso. Ella le había suplicado, con lenguaje corporal y contacto visual evitado, frases sin terminar y cosas sin decir, que no pregunte, no presione, no vea, cuando se trataba de la intimidación. No pudo decir por qué, exactamente. El hogar era un escape de eso, había sospechado, y si reconocía el acoso, lo hacía realidad aquí, tal vez no tendría ese alivio. Tal vez era una pena que su hija no quisiera que él la viera así, no quería ser tan débil delante de él. Realmente esperaba que ese no fuera el caso.

Así que se pasó los dedos por el cabello una vez más y se sentó en la esquina de la cama, con los codos en las rodillas, las manos en la cabeza y mirando la puerta cerrada de su dormitorio. Sus orejas estaban peladas por la menor pista. La casa era vieja, y no había sido un edificio de alta calidad cuando había sido nueva, por lo que las paredes eran delgadas y la estructura propensa a hacer ruido en cada oportunidad. Hubo un leve sonido de una puerta cerrándose abajo. ¿El cuarto de baño? No sería la puerta del sótano, no había razón para que ella bajara allí, y no podía imaginar que era un armario, porque después de dos o tres minutos, la misma puerta se abrió y se cerró de nuevo.

Después de que algo golpeó en la encimera de la cocina, hubo poco más que un gruñido ocasional de las tablas del suelo. Cinco o diez minutos después de que ella entrara, se produjo el crujido rítmico de las escaleras cuando ella subió. Danny pensó en aclarar su garganta para hacerle saber que estaba despierto y disponible si ella llamaba a su puerta, pero decidió no hacerlo. Estaba siendo cobarde, pensó, como si la limpiar su garganta hiciera realidad sus temores.

Su puerta se cerró con cuidado, casi inaudible, con el más leve toque de puerta en el marco de la puerta. Danny se levantó abruptamente, abriendo su propia puerta, listo para cruzar el pasillo y tocar la puerta de ella. Para verificar que su hija estaba bien.

Fue detenido por el olor a mermelada y tostadas. Ella había hecho una merienda nocturna. Lo llenó de alivio. No podía imaginar a su hija, después de haber sido asaltada, atormentada o humillada, llegando a casa para brindar con mermelada como bocadillo. Taylor estaba bien, o al menos, estaba lo suficientemente bien como para dejarla sola.

Dejó escapar un estremecedor suspiro de alivio y se retiró a su habitación para sentarse en la cama.

El alivio se convirtió en ira. Estaba enojado con Taylor, por hacer que se preocupara, y luego ni siquiera se desviarse de su camino para hacerle saber que estaba bien. Sintió un resentimiento latente hacia la ciudad, por tener barrios y personas en las que no podía confiar a hija. Odiaba a los matones que atacaban a su hija. Detrás de todo, había frustración consigo mismo. Danny Hebert era la única persona que podía controlar en todo esto, y Danny Hebert no había hecho nada que importara. No había recibido respuestas, no había detenido a los agresores, no había protegido a su hija. Lo peor de todo fue la idea de que esto podría haber sucedido antes, con él simplemente durmiendo a través de ello en lugar de quedarse despierto.

Se contuvo de entrar a la habitación de su hija, gritarle y exigirle respuestas, incluso si era lo que quería, más que nada. ¿Dónde había estado ella? ¿Qué había estado haciendo? ¿Estaba herida? ¿Quiénes eran estas personas que la atormentaban? Sabía que, al confrontarla y enojarse con ella, haría más daño que bien, amenazaría con cortar cualquier vínculo de confianza que hubieran forjado entre ellos.

El padre de Danny había sido un hombre poderoso y fornido, y Danny no había obtenido ninguno de esos genes. Danny había sido un nerd cuando el término todavía era joven en la cultura popular, delgado, torpe, miope, gafas, mal sentido de la moda. Lo que había heredado era el temperamento famoso de su padre. Rápido para levantarse y sorprendente en su intensidad. A diferencia de su padre, Danny solo había golpeado a alguien con ira dos veces, las dos veces cuando era mucho más joven. Dicho eso, al igual que su padre, él podía lanzarse en diatribas que dejarían a la gente temblando. Durante mucho tiempo, Danny había visto el momento en que comenzó a verse a sí mismo como un hombre, un adulto, como el momento en el que se había jurado a sí mismo que nunca perdería la paciencia con su familia. Él no le pasaría eso a su hijo como su padre se lo pasó a él.

Nunca había roto ese juramento con Taylor, y sabiendo que eso era lo que lo mantenía encerrado en su habitación, caminando de un lado a otro, con el rostro enrojecido y queriendo golpear algo. Si bien nunca se había enojado con ella, nunca le había gritado, sabía que Taylor lo había visto enojado. Una vez, él había estado en el trabajo, hablando con un ayudante del alcalde. El hombre le había dicho a Danny que los proyectos de reactivación de los muelles estaban siendo cancelados y que, contrariamente a las promesas, iban a haber despidos en lugar de nuevos empleos para los ya beligerantes trabajadores portuarios. Taylor había pasado la mañana en su oficina con la promesa de que saldrían por la tarde, y había estado en posición de verlo explotar de la peor manera con el hombre. Cuatro años atrás, había perdido los estribos con Annette por primera vez, rompiéndose el juramento. Esa había sido la última vez que la había visto. Taylor no había estado allí para verlo gritarle a su madre, pero estaba bastante seguro de haber escuchado algo de eso. Lo avergonzó.

La tercera y última vez que había perdido los estribos donde Taylor estaba en condiciones de saberlo había sido cuando ella había sido hospitalizada después del incidente en enero. Había gritado al director de la escuela, que se lo merecía, y al entonces profesor de biología de Taylor, que probablemente no. Había sido tan malo que una enfermera había amenazado con llamar a un oficial de policía, y Danny, apenas satisfecho, había salido del pasillo a la habitación del hospital para encontrar a su hija más o menos consciente y con los ojos muy abiertos en reacción. Danny albergaba un profundo temor de que la razón por la que Taylor no había ofrecido ningún detalle sobre el acoso fuera por temor a que él, en cólera ciega, hiciera algo al respecto. Le hizo sentirse mal, la idea de que él podría haber contribuido algo al aislamiento autoimpuesto de su hija en la forma en que estaba lidiando con sus problemas.

Le tomó a Danny mucho tiempo calmarse, ayudado diciéndose a sí mismo una y otra vez que Taylor estaba bien, que estaba en casa, que estaba a salvo. Fue una bendición que, cuando la ira se desvaneció, se sintió agotado. Se subió al lado izquierdo de la cama, dejando el lado derecho vacío por un hábito que todavía no había roto, y se cubrió con las mantas.

Él hablaría con Taylor por la mañana. Obtendría una respuesta de algún tipo.

Él soñó con el océano.

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  • Dudo sobre como traducir «bullying», por una parte se lo suele traducir como abuso, pero esa palabra tiene connotaciones muy diferentes en algunas partes, en particular se la asocia con el abuso sexual. Aunque la uso cuando el contexto deja claro de que se esta hablando, prefiero cambiarla por acoso, maltrato u ostigamiento.
  • Algo similar pasa con «bullies». Normalmente traducido como matones, el termino que decidi usar yo, pero a veces como abusadores.